Tú, hincaste en mí raíz
de un cemento hecho de ternura,
y soplaste todos mis escalofríos,
cantándome el agua
donde siempre decías
que escucharía tus ojos gritándome ,
que si te abrazaba,
crecería a mis pies las flores
de
la
vida.
Si supieras que el amor se parece al vértigo,
que si caigo tu estás allí sintiéndote
océano,
para traerme el salto de una
pantera
hecha a guijarros y estrellas.
Y me dejas secarme los ríos,
ser mapa de ave cantando,
gitana desnuda
y leerles la mano,
Construir puentes que unan los polos,
ser astro y quimera
abismo o moneda,
lágrima que inunda los pozos,
hasta pagar la vida
como quien cruza un recuerdo.
Y veo esa lágrima
diminuta y eterna,
lágrima que inunda universo,
que deshace el oxígeno,
que baila los tangos,
que la lluvia la mira
y cae redonda
en mejilla de hombre
hasta hacerse indefensa,
y mi padre la rompe
como joya en herencia,
y me da su tesoro,
donde siento belleza,
donde siento lo inmenso,
donde siento la vida que estira
convertida en deseo.
No eran ángeles,
ni se veían estrellas.
Era morder el cielo,
bailar la tristeza,
y hacer de tu recuerdo
una guitarra en el viento,
y vivir,
contruir
ruinas
y hacerlo nuevo.
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