Era pan con vino
y azúcar,
y un olor dulce
impregnado de ternura
como si la lluvia en
tus manos nos pudiera
enseñar a nadar,
en aquel renault 4 rojo,
lleno de luz,
a 80 Km por hora,
tú siempre decías
que los besos nos llevarían
al fin del mundo
y el mismo cuento
de tu voz
y todas las nanas tiernas
de érase una vez
y nunca nunca jamás
te sentirás solo.
Guárdate las semillas del aire
tú, la única reina buena,
el olor de un vaso de leche
al final del universo,
la única luz de una habitación
que no se apaga,
las manos que la vida llenaron
de lucha,
mientras fuera hacía frío
y tú
llenabas
de cielos
azules
las
sábanas.